mercoledì 13 novembre 2013

SE ME RÍEN LOS HUESOS...

te lo digo en andal uso
como si fueras como soy
oso

Non arrenderti... No te rindas


No te rindas

No te rindas, aun estás a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras, enterrar tus miedos,
liberar el lastre, retomar el vuelo.

No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros y destapar el cielo.

No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños,
porque la vida es tuya y tuyo también el deseo,
porque lo has querido y porque te quiero.

Porque existe el vino y el amor, es cierto,
porque no hay heridas que no cure el tiempo,
abrir las puertas, quitar los cerrojos,
abandonar las murallas que te protegieron.

Vivir la vida y aceptar el reto,
recuperar la risa, ensayar el canto,
bajar la guardia y extender las manos,
desplegar las alas e intentar de nuevo,
celebrar la vida y retomar los cielos.

No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se ponga y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños,
porque cada día es un comienzo,
porque ésta es la hora y el mejor momento,
porque no estás sola,
porque yo te quiero.


Mario Benedetti

venerdì 8 novembre 2013

Pablo Neruda: The Poet's Calling (documentary) 2014 featurette/trailer

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giovedì 7 novembre 2013

Sono tornata...

Una deslumbrante análisis de la situación de la poesía contemporánea: "Tres Tristes Mitos" de Ana Lydia Vega


3  de noviembre de 2013

Tres tristes mitos

ANA LYDIA VEGA

La literatura es la cenicienta de las artes. Cuántas veces leemos la frase “con la participación de artistas y escritores”, como si se tratara de categorías mutuamente excluyentes. Artista el que pinta o esculpe en su estudio, artista el que se desempeña sobre un escenario, pero ¿y el escritor?

La descalificación de la escritura empieza por su instrumento de trabajo, manejado por cualquiera con un mínimo de escolaridad. Redactar, sin embargo, no es lo mismo que escribir. El escritor realiza una minuciosa labor artesanal que incluye la selección, el pulimento y el ensamblaje de esas desgastadas herramientas verbales para fundar un mundo alterno de belleza, emoción y sentido.

Por lo general, los artistas de otras disciplinas se forman en talleres especializados. El escritor suele formarse sólo a fuerza de lectura, observación y experimento. Cuando intenta entrenarse “formalmente”, se matricula en cursos universitarios que no le enseñan a escribir sino a teorizar sobre la literatura. Debido a la gran cantidad de autores que ejerce el magisterio, la escritura se asocia con la academia. Para muchos puertorriqueños, los textos escolares asignados son el único referente literario. Por desgracia, la escuela no alienta demasiado el desarrollo de lectores. Programas desabridos, pasados por el colador de la censura, escasos de interés y pertinencia, matan en los alumnos el deseo de leer.

La clase lectora está lejos de ser multitudinaria. Tampoco abundan las librerías ni las casas editoras funcionales. Los libros nuestros apenas circulan aquí, y mucho menos afuera. El periodismo cultural es sumamente limitado. Conclusión: la literatura no asegura el sustento. Ante la imposibilidad de una dedicación exclusiva al oficio, el escritor se ve obligado a desviar el tiempo y la energía de la actividad creativa hacia un empleo de manutención. 


Después de este rosario de miserias, usted se estará preguntando: ¿de qué rayos viven los escritores? De mitos, respondo sin pestañear. Y me lanzo de pecho a la explicación.

La moneda de cambio de la profesión es el prestigio, capital intangible que respalda la solvencia del crédito literario. El prestigio no es ganancia inmediata. Se adquiere palmo a palmo con el esfuerzo sostenido que construye la solidez de una obra. Hay quien confunde esa cosecha de la paciencia y el esmero con el furor protagónico que desemboca en la notoriedad. De ahí la fiebre autopromocional que, con la ayuda de las redes sociales, proyecta una impresión de omnipresencia.

“La verdadera vida está en otra parte”, dijo el poeta Arthur Rimbaud. Y parece que la gloria también. Los artistas de países pequeños y provincias remotas tienden a cifrar sus esperanzas en el viaje consagratorio al extranjero. Con su cortejo de carencias e inseguridades, la condición colonial duplica el apetito de aplauso y exacerba el afán patriótico de revalidación.

Insatisfecho con su raquítico lectorado, alzado contra la injusticia del silencio, el escritor ninguneado se obsesiona con el salto de lo “local” a lo “global”. En aquel Más Allá del prestigio absoluto espera encontrar la apoteosis merecida de su genio. Del choque entre la realidad ingrata y el espejismo mágico surgen los tres tristes mitos del desamparo autoral: la internacio-nalización, la universalidad y la inmortalidad.

¿Cuántos escritores llegan a alcanzar una fama mundial que les permita vivir de su pluma? Poquísimos, si se miden contra la inmensidad de la masa escribiente. Las expectativas exceden por mucho las posibilidades. Aparte del factor talento, tendrían que alinearse al menos cinco planetas: audacia, suerte, padrinos, contactos y una coyuntura comercial favorable.

La internacionalización efectiva -según algunos- requiere un protocolo previo que garantice la “universalidad” de la obra. Resulta conveniente, alegan, purgarla de referencias, lenguajes o temáticas embarazosamente municipales. Pero una “limpieza étnica” escrupulosa podría culminar en un texto soso y desvitalizado. Olvidan los aspirantes a la conquista planetaria que toda experiencia y toda expresión humanas son genuinamente universales.
La inmortalidad representa el mito más pernicioso que engorda las ilusiones del escritor. Nada más perecedero que un libro. El consumidor por excelencia de ediciones es el comején. Una compleja urdimbre de complicidades culturales determina la sobrevivencia de una obra. Con el paso de los años, las preferencias críticas se reformulan. Creer que el autor debe contribuir a su perpetuación literaria lo obliga a convertirse en guía oficial de un museo de antigüedades.

A fin de cuentas, toda creación es chispa de luz y huella fugitiva. Lo esencial es seguir escribiendo con los ojos abiertos, de frente al llamado austero del escritorio, de espaldas a los fuegos fatuos de la vanidad

Poemas de Alfredo Villanueva Collado dedicados a la POESÍA


POETAS [internacionalización]

Los infelices poetas

se arrastran hacia cualquier dogma.

Se juntan en bandadas depredadoras,

Ocultan la mediocridad que los reúne,


la ideología que los canceriza.

Patean y aúllan ficciones teatrales,

huéspedes de imperios fascistas.

En manadas, de congreso en congreso.


Este poeta busca otra ruta.

La del soberbio lobo solitario.

La del que sabe que no sabe nada.


Lo arropa la noche oscura del alma.

Busca un dios que juega a no entregarse,

Un amor más poderoso que la muerte.




POETAS  02 [universalidad]

En medio de  Imperios fatulos

hierve el virus del mono asesino.

Una gregaria tendencia a la matanza

de humanos, junglas, océanos, dioses.


Los poetas, alimañas mediocres,

cucarachas que viven sin cabeza,

se reúnen en rebaños de escribas mancos.

Celebran cualquier ideología que los proteja.


Irrumpe el desnudo daimon indecible

con sus enjambres de abejas harpías

inoculando el veneno sagrado.

Agoniza el poeta,  lobo solitario


en su covacha de palabras y vidrio.

Mas su Hermes lo arropa.  Lo arranca

de la fallida dimensión putrefacta

hacia la paradoja de las existencias.


MES DE LA POESÍA [inmortalidad]


Día del poema, mes de la poesía.

Los libreros dicen que no se vende.

Por enrevesada los lectores  no entienden.

En ningún escaparate la exhiben.

En ninguna vitrina la muestran.

El material no vale lo que el precio.


Sólo novelas, libros para pibes,

ponderosos diccionarios inútiles

o recetarios que nadie cocina.

Consejos para pertenecer al Imperio,

rebajar de peso, mantener al  marido

contento, y a los niños, normales.

Ganar el cielo sin mucho trabajo.

Tirarse la hembrita asequible.


Los escribidores de angustioso guano

llenan los manicomios cibernéticos

con perpetuos llantenes de amor y  muerte

contaminados de intelecto y  rima,

gozosamente al   espejo clavados

que sólo refleja sus pálidos cuerpos,

la momentánea hemorragia de letras

que no alcanza ni el orgasmo ni el verbo.


Y mientras tanto,  poetas errantes

caminan las calles cargando maletas

repletas de pedazos de sus entrañas

que no valen un coño en el mercado.

No besan orificios de  cardenales.

 No son cronistas de premiadas fórmulas.

 No quieren parir  telenovelas.

No tienen agentes que los promuevan.

No mueven las redes del arte instantáneo.

Nadie los recoge, nadie los renace.


DE RODILLAS [lo esencial]


Cuán difícil, caer de rodillas.

Esa perla cubierta de estiércol

es nada menos que un alma humana


penetrada, adorando un falo

o una mítica virgen traspasada

por la flecha de un dios violento.


Hay que aprender a someterse.

A odiar sin cuartel, a muerte,

sin comprender del todo la paradoja,

aporía irreconciliable de la esencia.


Quizás la respuesta aparezca en las voces

que celebran celestiales fábulas.

Las ficciones que nos mantienen:

músicas, vidrios, lienzos, palabras.


Alfredo Villanueva Collado, 2013